2019

¡Las mujeres, el sexo fuerte!

Desde que Dios nos dio el privilegio de albergar vida en nuestro vientre, las féminas estamos hechas de amor, valor, coraje y fortaleza para compartirlo. Nosotras  hemos tenido que librar todo tipo de batallas y desafíos desde la creación del mundo. Nos hemos vestido de diferentes disfraces por fuera y por dentro para cubrirnos o  sobrevivir a algunas situaciones. El mayor traje que nos ponen otros, es el de ser el “sexo débil”, cuando en realidad somos el fuerte, en término y acción. Las máscaras más  difíciles que llevamos son las emocionales, las físicas, se han hecho más comunes en una sociedad montada sobre la falsedad y la hipocresía.
¿Qué mujer no se ha puesto un disfraz?
Creo que todas en algún momento nos hemos reprimido para satisfacer a otros, por placer o por necesidad. Nosotras somos capaces de llevar el vestido de payasa, cuando más rota tenemos el alma. También nos hemos puesto el vestuario de histérica, antes eventualidades donde los nervios nos  traicionan en coyunturas difíciles. Algunas veces el de amargadas y lloramos desconsoladas por horas, para continuar como si no sintiéramos nada. Lo único que no podemos ocultar bajo un disfraz es el sentimiento del amor, es ese justamente el que nos permite desdoblarnos, actuar y continuar.
Con gallardía las mujeres sabemos exhibir nuestra mejor gala, la de ser madres. Por ello somos protectoras, soñadoras, decididas, emprendedoras, trabajadoras, luchadoras, rebeldes, de posiciones y acciones firmes y hasta sabemos llevar la indumentaria del descuido físico, cuando hacemos funciones “simples” del hogar y, nos agarra el cansancio, que nos alegra el corazón por el deber cumplido. Claro, sin batas, rollos, tubis o redecillas, porque nunca dejamos de lado nuestra gracia natural, esa que nos hace diferentes y sexi.
Todo lo que hemos tenido que enfrentar las mujeres nos ha hecho fuertes por convicción,  por eso hoy no acepto que nos feliciten, sino que nos reconozcan, para no tener que usar nunca la ropa de víctimas. Porque no debemos ceder ante quienes nos oprimen por nuestra condición, posición, limitaciones o creencias. Eso se combate con el disfraz de la preparación y el estudio, que nos ayuda a crecer y a independizarnos.
Ese el camino que llevamos las mujeres de este tiempo, no por edad o generación, sino por la capacidad de adaptación y amplia visión a saltar las trabas y a continuar nuestras lucha aspirando al reconocimiento de la equidad por nuestras fortalezas y aportes.
Las mujeres no nacemos fuertes, nos hacemos en el trayecto, cuando seguimos a pesar de las tormentas. Cuando descubrimos que tenemos dentro de nosotras todo lo que necesitamos para ser felices. Cuando nos damos la oportunidad de empezar de nuevo las veces que sean necesarias. Cuando aprendemos a amarnos, a tomar decisiones y nos hacemos cargo de las consecuencias.
Ser mujer y fuerte nos lleva a pagar un precio muy alto, porque sabemos decir no, no negociamos nuestras posiciones, ni nos dejarnos atropellar, tampoco confundimos humildad con privación. A veces duele ser fuerte, porque nos etiquetan…
Sin embargo, nuestras fortalezas nos hacen grandes cuando aceptamos nuestras debilidades, no es cuestión de competencias, de posiciones cimeras, sino de trabajar en conjunto, mano a mano, donde nos dejen ser, hacer y tener, para que nuestras ganas de vivir, aportar y realizarnos estén por encima de las mediocridades del sistema o de la sociedad. Las mujeres fuertes no somos una amenaza, somos soporte, ayuda y complemento.

8 de marzo