La vida es un viaje de situaciones que a diario acumulamos. Cada experiencia es nuestra mejor maestra. Aprendemos de nuestros padres, tutores, los profesores, de los amigos, de nuestros líderes, de los jefes, de los eventos, los momentos y de las circunstancias que giran en nuestro alrededor. En la mayoría de los casos no nos damos cuenta que cada vivencia nos aporta y nos va enseñando un aprendizaje individual de lo que vamos experimentado.
Lo que en un principio nos da miedo o nos parece desafiante, después se convierte en desarrollo y ganancia. Gracias a cada experiencia, descubrimos nuevas fortalezas, desarrollamos nuevos poderes y capacidades, pero sobre todo nos acercamos más a la persona que queremos ser.
Podemos tener el alma rota por una situación y esta no nos hace débiles, sino humanos.
Podemos ir por la vida con algunas cicatrices en el corazón, pero si las manejamos bien no nos llevan al abismo sino que se convierten en un tema a fortalecer que puede conducirnos al soñado empoderamiento. Pero si por resentimiento o dolor dejamos fluir nuestras debilidades estas se convierten en un vacío existencial que con el paso del tiempo serán un obstáculo en nuestro desarrollo, haciéndonos seres humanos mediocres y miserables.
En la vida cada experiencia cuenta, cada ser humano aporta, cada resbalón es importante, cada dolor es necesario y todo lo que contribuye hacernos más fuertes suma.
Debemos pasar balance de lo que a diario vamos creando, los buenos momentos, los no tan buenos, los que nos dan regocijo, los que nos motivan, los que nos duelen, los que nos hacen vibrar, los que nos cansan, los que nos hieren, los que nos dan energía, los que no dan fuerzas… Todos valen, porque de ahí construimos lo que somos y es nuestra responsabilidad saber cómo aceptamos nuestra realidad.
A veces hay que vivir en el circo, como un simple payaso, que cual buen empleado hace reír al dueño, por lo que necesita y se esmera ante el público por sus dotes haciendo dignamente su trabajo a sabiendas que permanece solo para lograr un objetivo o simplemente aprender.
Son situaciones momentáneas que muchas veces hay que verlas como un escalón que nos lleva a subir a la escalera de nuestras aspiraciones, porque de lo contrario nos convierte en uno más del montón y no en lo que nosotros anhelamos. Vivo bajo la premisa de que “todo lo que Dios hace es bueno y todo lo que Dios permite es necesario”, ha sido mi mejor lección de aprendizaje.
Cada experiencia cuenta, porque estas simplemente nos están moldeando interna y externamente y aunque te parezca que te tocó el camino más difícil, simplemente Dios está construyendo un nuevo ser humano espiritualmente, de ahí cambiamos nuestros pensamientos, reacciones, actitudes y sentimientos, los cuales nos dan una mirada diferente del mundo y nos conducen a un éxtasis emocional que nos permite valorar cada experiencia y reconocer que todo cuenta. ¡No olvide ser agradecido de cada experiencia!
9 de febrero
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